Queda atrás Junín. Su plaza San Martín y su cuadrícula, copy-paste de cuantas ciudades argentinas han crecido de la razón y con los mismos nombres todas: San Martín, Belgrano, O'Higgins y algunas toponimias más: Patagonia, Lolog.... La ciudad de las trucahs, donde compartimos el albergue de Marita y Aldo con dos "iluminetis" del calendario maya....
Finalmente nos decidimos a subir al Lanín. Maravilla invariable, caluroso de día y congelado de noche.
Cuentan los mapuches que en el volcán Lanín hay una ciudad escondida, y que el que logra alcanzarla no vuelve durante años. También cuentan que el volcán se enfada cuando los gringos intentar alcanzar su cumbre, y los castiga con temporales de nieve y viento. Leímos este cuento en el refugio CAJA (Club Andino Junín de Los Andes), a casi 3000 metros de altura, despúes de un ascenso rápido, tranquilo y con un día estupléndido... El Lanín nos regaló una puesta de sol maravillosa y una noche estrellada. La cenita de rigor, a la luz de las velas y los frontales, con los mates de nieve derretida, la ensalada y la pasta con sofrito de verduras... Sólo faltaba Pepe (que está ya en Buenos Aires)... y el dulce de leche ("me estoy quitando..."). A la mañana siguiente queríamos llegar a la cumbre de este cono perfecto que es el Lanín, coronado por glaciares blanquiazules. La nieve invadía el refugio cuando llegamos. Logramos sacarla, dejando "sólo" una fina capa de hielo en el interior y un viento huracanado fuera. No cesó en toda la noche. No dormí. Frío. El único calor, el humano. Al abrir la puerta por la mañana vimos y sentimos el temporal blanco de viento y nieve. El Lanín estaba enfadado con los gringos -que éramos Jesús y yo- y había decidido no dejarnos subir, protegiendo así la ciudad escondida, tal como cuenta la leyenda de los mapuches... Hay otra teoría alternativa, y es que ésta vez Pepe no estaba, y sin él el Trentren (el dios de los volcanes) prefería no dejarnos pasar. Si no, cómo explicaríamos que fuera posible el ascenso al Monte Tronador y no al Lanín??
Fuera como fuese, estaba claro que teníamos que bajar, sin falta. El Lanín no pretendía ponernos las cosas fáciles. Apenas podíamos divisar el paisaje entre la niebla, intuyéndolo de roca y nieve heladas. Las ráfagas de viento parecían querernos tirar al suelo. Con paciencia y las raquetas, "poc a poc i bona lletra", llegamos hasta el refugio militar, un poco más abajo, y de ahí empezamos lo que sería un descenso "normal".
Fuera como fuese, estaba claro que teníamos que bajar, sin falta. El Lanín no pretendía ponernos las cosas fáciles. Apenas podíamos divisar el paisaje entre la niebla, intuyéndolo de roca y nieve heladas. Las ráfagas de viento parecían querernos tirar al suelo. Con paciencia y las raquetas, "poc a poc i bona lletra", llegamos hasta el refugio militar, un poco más abajo, y de ahí empezamos lo que sería un descenso "normal".