jueves, 15 de mayo de 2008

Junín de los Andes

Siento la acción transformadora de este viaje, que me va dejando absorta en el paisaje agreste durante un trayecto en autobús, estupefacta ante una conversación con un paisano en el bar Tandil (o un bar manolo), o sorprendida en la sobremesa del albergue en un mano a mano con Jesús. Lejos estoy de la urbanita apresurada que llegó a Argentina casi tres meses atrás. Llueve. Pues qeu llueva. No tengo prisa. Espero.
Junín se presenta en la Lonely como un destino poco turístico. El intercambio con los lugareños es loq eu le da sentido a mi estar aquí. Poco importan ya los paisajes, o las truchas que potencialmente se pordían pescar en el Aluminé o el Chimehuin.
Un artesano nos cuenta que los mapuches laburan la madera y él la comercializa a cabmio de no pagar el alquiler del local de la feria artesanal (a la municipalidad). 700 socios mapuches hacen artesanía en la que imprimen sus nombres y el precio del trabajo. Todo lo que se paga va para quien elabora la artesanía.
Otro artesano nos introduce a la simbología mapuche y a su izquierdosa visión de la política local y global.
Un paisano nos descubre sus 69 años de vida, con 4 mujeres, 15 hijos, 2 caballos, 8 ovejas y 14 vacas. Nos invita a un asado para mañana.
Es un lujo estar aquí. No por lo medible en dinero, ni siquiera en tiempo. Es aprendizaje constante, en estado puro (si eso existe). Bona nit...

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