miércoles, 13 de agosto de 2008

Cabo Polonio y sus 12 segundos

Carlos decía que dejáramos de creer en las casualidades, que nada es casual. Sea como fuera, lo que está claro es qeu no cesan. La parejita de uruguayos que conocimos en Aguas Claras (Chapàda Diamantina) fue la gota que colmó el vaso y me hizo decidir la ruta de vuelta. Sí, pasaré por Cabo Polonio, me dije. Casual o no, buscando como llegar recibo un mail de Sigrid y Jesús confirmando que sí, que el faro de Cabo Polonio son 12 segundos de oscuridad, como adelantaba Drexler en la canción. Estuvieron unos dìas atrás.
Cabo Polonio es un área protegida y sólo se puede llegar andando o en unos camiones que recorren las dunas. NO hay coches,. Llegar andanto fue una maravilla, el bosque de pino dejaba paso a las dunas de arena blanca, hasta qeu se empezaba a divisar el faro primero y el pueblo después. Debería haber otra palabra para Cabo Polonio, oprque no es un pueblo parecido al tipo de pueblo al ueq nos remite la palabra. Cabo Polonio es un cabo, rodeado de mar y playas. Tiene el cfaro y algunas casitas que lo abrazan. Ranchos, como les llaman acá. Pocas casas, esparcidas por el prado que recubre el cabo. Sin calles, sin aceras. Como si fueran flores silvestres. Ni un alma. A primera vista ni rastro de pousadas, ni siquiera un bar, una proveeduría o un lugar donde conseguir agua para hervir la pasta. Me senté a descansar, a observar, a esperar. A engañar el hambre con algnos crakers que tenia encima. Y ahi apareció Adriana, que me invitó a acampasr junto a su casita d ela acacia, con sus tres hijos. De camino nos sorprendieron las ballenas. Allí estaban, bailando su erótica danza, a menos de cincuenta metros de nosotas. Casi podíamos tocarlas. Nos mostraban caprichosamente la aleta, la cola o un suspiro. Divino espectáculo para despedir el día ue se iba con las ñúltimas luces...
Compartí un par de noches con la familia. Lentos los tempos, humildes los´hábitos. La casa se cobijabva bvajo una acacia de las dunas, con algunas maderas añadidas. Todo sencillo, nada de más. Lo imprescindible para una vida apacible. Sin luz, agual del arroyo, un fueguito por cocina y el espacio para dormir.
Por la noche pude también comprobar que no es la luz, uqe lo que importa en verdad son los doce segundos de oscuridad del faro de cabo polonio.

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