lunes, 4 de agosto de 2008

A Uruguay por Chuy

Tengo frío en las orejas. Ya bajé al sur, donde el invierno se parece al invierno. Sentada en la frontera de Brasil con Urugay, que divide el pueblo de Chuy en dos, espero a que abran la oficina de cambio. Sin pesos uruguayos no puedo ir muy lejos, así que llevo cuatro horas comparteindo amaneceres con aduaneros y camioneros madrugadores. La decrepitud de la aduana es reconfortante, y oir hablar castellano creo que también. El despertar de las calles uruguayas de Chuy huele a facturas y carne asada, Sabina canta desde la ventanilla de un coche destartalado. El mate está por doquier, ni el volante, el caballo ni el trabajo impiden el termo bajo el brazo, mate en mano y bombilla en boca. Me recordaría a Argentina si no fuera porque acá hierven el agua antes de tomar...

1 comentario:

lili dijo...

es dura la vida del viajero! que ganas de estar contigo,a compartir kilometros y rutas!
desde el otro lado del oceano aun me siento a aterizar!
besos

tu chonchi