Los dias en el MST fueron brevex quizás, pero intensos sin duda. Desiertos verdes, política, lecciones aceleradas sobre la vida en el campo. Una vida sencilla, un montón de interrogantes a los q no pudimos dar respuesta. Conocimos las "bases" pero el MST diferencia mucho entre éstas y los "coordinadores". Finalmente las lluvias y las prisas impidieron que nos encontraramos con Elía, el contacto que teníamos, una coordinador. Otra vez será.
Los días transcurrían apacibles en el MST. Nos levantábamos con el sol, al son de la campanita, a las siete de la mañana. Horario solar, al fin. Entre charlas y paseos pasaban los días. Más que la política, me impactó la matanza de la vaca que presencimos. Desnucarla y descuartizarla para asarla o congelarla. O la sorpresa de algunos al "descubrir" que Joana y yo sabíamos hacer "tarefas domésticas" como lavar ropa, barrer o cocinar. La lógica era la siguiente: si andan viajando y tienen estudios es que son latifundistas o empresarias. Nunca habrán labrado la tierra, ni barrido el suelo ni cocinado la cena...
Nos fuimos acumulando "más una despedida"
Los compañeros de FASE nos habían recomendado un lugar para dormir en Conceção da Barra, e nla costa. Sin saberlo, llegamos a un lugar con histoira. A primera vista recordaba al Hotel Ampurias antes de que fuera lo "fashion" que es ahora. Finalmente, Zé Carlos nos contó que lo que hora es el Hotel Marina fue constrido en 1786 como almacen de madera para envair a europa; por eso tenia esa privilegiada situacion donde el rio São Mateus se une al mar. El despojo de madera no es nuevo...
Una playa atlántica con sus olas que se van rompiendo a lo largo de la orilla, una moqueca deliciosa (plato de pescado), lecturas bajo el sol de lo que aquí es invierno (factor 15), y la pobreza aislada tras las cuatro calles que configuran el pueblo. Uno de los barrios, Bugia, se convierte ciclicamente, cada 15 años, en arenal, cuando el mar se abalancha sobre este territorio sin dejar títere con cabeza ni casa con techo. Actualmente es un barrio de pescaderias fantasma, con gentes humildes poblando las casas que conservaron algo de su estructura. En Santa Ana un riachulo cambia su curso al son de la marea. Cuando ésta sube, trae peces. CUando baja, nada se pesca. De esa pesca oscilante vive una pareja de ancianos, finalmente más preocupados por el aguardiente de caña uqe por el curso del agua. Paseamos con ellos por le barrio, que cuando no vivia del mar, vivía del aire.
Itaúnas est´´a algo más al norte. Poco en quilometros, mucho en bus. El lugar no conoce el asfalto pero si el turismo. Ahora es baja temporada (es invierno) asi que anda medio desierto. Y como buen desierto, poblado de dunas enormes ante el atlantico incansable. shhshhhhshhhshhh miles de arenas modeladas por el viento de mar. Chiringuitos que aparecen como setas y que sobran como un bicho en la ensalada. Por la noche, ambiente como el del mediterraneo a finales de septiembre. Solo estan los lugareños, que no prescinden de una birrita en la terraza, aunque sea martes... TAmbién aquí hay quien encontró su lugar en el mundo.
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